Mostrando las entradas para la consulta Montagut ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Montagut ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Fragmentos de «Mendizábal» (Episodio Nacional), de Benito Pérez Galdós (1843-1920)
Ya era cosa corriente en las oficinas ver entrar niños bonitos, con sueldos desmesurados, y que no iban más que a cobrar y a distraerse un rato; hijos o sobrinos de personajes, que de este modo arrimaban una o más bocas de la familia a las ubres del presupuesto. Los empleados, que lo eran por oficio y medio de vivir, se habían acostumbrado a la irrupción de señoritos, y alternaban gozosos con ellos, esperando hacer amistades que en su día valieran para el ascenso, o para la reposición en caso de cesantía.
***
No espantado de la muerte, o echándoselas de valiente, hablaba Serrano de su próximo fin con entereza estoica un poquito afectada. Era moda entonces morirse en la flor de la edad, tomando posturas de fúnebre elegancia. Habíamos convenido en que seríamos más bellos cuanto más demacrados, y entre las distintas vanidades de aquel tiempo no era la más floja la de un fallecimiento poético, seguido de inhumación al pie de un ciprés de verdinegro y puntiagudo ramaje. «Estos pobres huesos -prosiguió Serrano- están pidiendo la mortaja. Le diré a usted, en confianza, que es de tanto sufrir y de tanto gozar... Mi vida, si yo la contara, sería la más interesante de las novelas. Mis años, por el mucho y precipitado vivir, parecen siglos... ¡Y que llegue uno al borde de la tumba con ocho mil reales!... En fin, doblemos la hoja triste... ¿Me decía usted que desea ir conmigo al teatro para que le dé a conocer a todo el personal masculino y femenino que veamos en palcos y butacas? No podía usted encontrar, ni buscándola con candil, persona más para el caso, porque como de algún tiempo acá no tengo nada que hacer (en la oficina ya ve lo que trabajamos), me dedico a conocer de visu a todo el mundo y a la averiguación de vidas ajenas... Soy un Plutarco para esto de las vidas, y las hago también paralelas. Sabrá usted los nombres y las historias, amigo mío, que aquí no hay nadie que no tenga su historia... y las hay de oro. ¡Con decirle a usted que la de nuestro esclarecido jefe es de las más inocentes...!»
***
«Pero este buen señor nos trata como si fuéramos dependientes de comercio. La dignidad del funcionario público no consiente estos excesos de trabajo, pues ni tiempo le dejan a uno para almorzar, ni para dar un mero paseo, ni para encender un mero cigarrillo... Cinco intendencias me ha señalado hoy para el envío de circulares con las instrucciones reservadas y las nuevas tarifas. Pues para despachar esto, excelentísimo señor, necesito aumento de personal, necesito catorce oficiales y ocho auxiliares, y aun así, no podríamos concluirlo dentro de las horas reglamentarias, que son de diez a cuatro... Sería justo además que al exceso de ocupación correspondiera doble paga mientras durase este ajetreo. Soy partidario de que a los empleados se les remunere bien, pues de otro modo la buena administración no es más que un mito, un verdadero mito»
*** 
—¿Qué sueldo tiene usted?
¿Yo? Diez mil, y para eso llevo veintidós años en el ramo. He pasado por catorce intendencias, he sufrido siete cesantías, y todas las trifulcas que hemos tenido aquí desde el año 14 me han cogido de medio a medio. En una me dejaron cojo los liberales, en otra me abrieron la cabeza los realistas, en esta me apalearon los exaltados, en aquella me despojaron los apostólicos de todo cuanto tenía. Vive uno por casualidad en esta tierra, y, sin embargo, la quiere uno... pues, como se quiere a una mala madre...
***
Sea usted bullanguero, piense como un topo y charle como una cotorra, y verá cómo se le abren todos los caminos... Lo mejor es que siempre será lo mismo, y no veo yo mejores días para la España. Este grande hombre, que ha venido como el Mesías, trae mucha sal en la mollera, y el firme propósito de hacer aquí una regeneración... vamos, para que nos envidien todas las naciones. Pues verá usted cómo no hace nada. ¿Por qué? Porque no le dejan... Ya le están armando la zancadilla. Crea usted que antes que tenga tiempo de cumplir lo que ha ofrecido, se le meriendan... Ya empiezan a decir si en Palacio gusta o no gusta. Y es la de siempre: Palacio...


Mendizábal - Benito Pérez Galdós - Cita en la Glorieta


ENTRADAS RELACIONADAS
«Isabel II, Larra y la sublevación de La Granja», por Eduardo Montagut  y Javier Alonso García-Pozuelo - LEER
➤«Breves reflexiones sobre el Romanticismo», por Eduardo Montagut - LEER
➤«José María Calatrava, en el primer liberalismo progresista», por Eduardo Montagut - LEER




El modelo de Agrupación Socialista en el siglo XIX, por Eduardo Montagut

Os ofrecemos una nueva entrega de Historia del Siglo XIX escrita para CITA EN LA GLORIETA por Eduardo Montagut y Javier Alonso García-Pozuelo. Puedes acceder a todos los artículos publicados pinchando AQUÍ.

Quema de banderas en la Puerta del Sol de Madrid
en la revolución de 1854
- Eugenio Lucas Velazquez -

EL MODELO DE AGRUPACIÓN SOCIALISTA EN EL SIGLO XIX
Eduardo Montagut
“El Socialista”, órgano oficial del PSOE, publicó un extenso artículo en el número 163 del día 19 de abril de 1889 en el que Pablo Iglesias apuntaba una serie de indicaciones u orientaciones para el buen funcionamiento de las Agrupaciones Socialistas, como medio fundamental del Partido Socialista en su lucha por la emancipación obrera, a través de la conquista del poder político, aunque aceptando fines intermedios o “auxiliares” de carácter político y económico. El texto tiene, por lo tanto, una gran importancia para entender cómo debía ser la organización del Partido Socialista, pero, además, porque plantea las diferencias con los denominados “partidos burgueses,” y plasma las dificultades que se habían detectado ya en las Agrupaciones. Por fin, podremos comprobar las tareas asignadas a las Agrupaciones en la fase final revolucionaria.

Las Agrupaciones fueron, desde el principio, el pilar básico de la organización del PSOE; eran locales, y unidas en torno al Comité Nacional, que tendría, como uno de sus principale fines, coordinarlas en el objetivo común. Pablo Iglesias consideraba, a diez años de la fundación del Partido, que era el momento de aportar una serie de indicaciones sobre las mismas, tanto para las existentes como para las que se fueran creando, dada la importancia de este instrumento del socialismo.

El primer deber de los militantes (afiliados, en el texto) era contribuir para que funcionase su Agrupación de forma regular, cotizar y trabajar. Los Comités locales deberían cumplir sus obligaciones. Sus reuniones generales ordinarias deberían verificarse en los plazos determinados, y la relación con el Comité Nacional tenía que ser fluida, según lo estipulado en la organización general del Partido.

Una vez que se habían dejado claros los principios organizativos, la Agrupación tenía que tener vida. En primer lugar, atrayendo a nuevos militantes. Después, sería fundamental el trabajo fuera de la Agrupación, dando a conocer el programa del Partido y sus acciones en las localidades respectivas. Fundamental sería el trabajo de creación y sostenimiento de Sociedades de Resistencia, así como apoyar a los huelguistas, estar en las protestas contra los abusos de las autoridades, y realizar un trabajo de agitación entre los trabajadores. Es interesante observar que las tareas de las Agrupaciones tenían un claro componente socioeconómico, propio del sindicalismo. Tenemos que tener en cuenta que la UGT acababa de fundarse y todavía no tenía un claro empuje. Por lo demás, se era consecuente con la unión entre la lucha política y económica y social propia del socialismo.
 

Pablo Iglesias
- Manuel Compañy -
Las Agrupaciones Socialistas debían fomentar la creación de núcleos o nuevas Agrupaciones en localidades próximas, para extender la organización.

La fuerza de un partido obrero no debía medirse exclusivamente por el número de afiliados en las Agrupaciones. El número no era el único indicador. Pablo Iglesias consideraba que a los obreros que habían estado en partidos burgueses, donde solamente habían participado a remolque de los que realmente gobernaban estas formaciones, les costaba cortar con esta especie de inercia, para darse cuenta que en una Agrupación Socialista realmente eran importantes porque tenían que colaborar, su opinión contaba y su voto era el instrumento fundamental para la defensa de sus intereses. Este primer problema tenía que ver con la necesidad de que los obreros se dieran cuenta que en la Agrupación o en el Partido no estaban tutelados por los dirigentes burgueses, que eran protagonistas de su propia emancipación, remarcando un principio básico del socialismo.

El segundo problema derivaba de lo económico. Como el Partido era obrero y, por lo tanto, sus miembros no tenían muchos recursos, y habiendo que sostenerlo con cuotas regulares, algo que no ocurría en los “partidos burgueses”, muchos trabajadores, aunque se reconociesen en el socialismo, no se afiliaban.

Así pues, aunque una Agrupación pudiera tener un número relativamente alto de miembros, su fuerza no debía medirse por la cantidad, sino por el número de militantes que colaborasen realmente en los actos del Partido, en los que verdaderamente se sintiesen y actuasen como socialistas.

Cuando las Agrupaciones se hubieran ya constituido, y demostrado en su localidad su existencia como el mejor instrumento para la lucha obrera, habría que pasar a una segunda etapa más ambiciosa. Había que trabajar para llevar la lucha de clases al terreno electoral. Pablo Iglesias y el socialismo español nunca dejaron de insistir en la importancia de la participación política de los trabajadores. Las Agrupaciones y el Partido no deberían descansar, cada uno en su nivel –Ayuntamientos, Diputaciones, Gobierno y Cortes-, a la hora de reclamar las medidas consignadas en el programa político. Había que hacer de esas propuestas bandera de la agitación obrera constante y de forma creciente. Conseguir alguna de ellas, es decir, obtener una victoria parcial no debía permitir descanso alguno. Se debía seguir, sirviendo como un acicate para la lucha política y el movimiento obrero.

En el último estadio de la lucha revolucionaria, las Agrupaciones tendrían misiones específicas: poner en marcha las medidas que debían tomarse al día siguiente de la Revolución; hacer inventario de la riqueza acumulada por la burguesía en cada lugar, y saber en manos de quiénes estaba ese patrimonio; elegir el poder revolucionario local que debería sustituir al orden burgués, y organizar la incautación de todo, en nombre de la sociedad.



Eduardo Montagut (Madrid, 1965)
es Doctor en Historia por la UAM y profesor de Secundaria en un Instituto de Alcalá de Henares en la especialidad de Geografía e Historia. Socio de las ilustradas Reales Sociedades de Amigos del País de Madrid y Bascongada, pertenece también a la ARMH, y mantiene un constante compromiso por la memoria histórica. Pertenece al Grupo de Memoria Histórica del PSOE y tiene la responsabilidad de Educación, Cultura y Memoria Histórica en la Ejecutiva de la Agrupación Socialista de Chamartín (PSOE-M). Colabora diariamente en diversos medios digitales con artículos de Historia y Política. Tiene publicados un libro sobre los árboles y la Ilustración, y diversos artículos sobre la enseñanza de la agricultura en los siglos XVIII y XIX, así como, sobre Historia social.

La Constitución de 1845, por Eduardo Montagut

"[...] Narváez seguía fusilando, deseoso de obtener un orden perfecto; pero a medida que disminuía en España el número de los vivos, el orden se alejaba más, cubriéndose el rostro con un velo muy lúgubre. Era una delicia en aquellos días ser español; y ser madrileño, con la añadidura de haber pertenecido a la Milicia Nacional, más delicioso aún. A un pobre sastre de la calle de Toledo, llamado Gil, que al paso de los polizontes calle abajo tiró desde el piso tercero un ladrillo sin descalabrar a nadie, le cogieron, y por primera providencia le fusilaron despiadadamente. ¡Pobre Gil! ¡Quizás pensaría, cuando le llevaban a la muerte, que con su sangre y la de otros escribían los moderados la Constitución despótica llamada del 45, y que toda aquella sangre reviviría en la Historia produciendo al fin la resurrección de los hombres sacrificados!"

Bodas Reales. Episodios nacionales (Tercera serie)
Benito Pérez Galdós


La Constitución de 1845 o el triunfo del liberalismo moderado
por Eduardo Montagut
El 23 de mayo de 1845 se votó y aprobó la Constitución de 1845, texto constitucional fundamental para entender el reinado de Isabel II, y que más tiempo estuvo en vigor, entre ese año y 1869 cuando se promulgó la Constitución de 1869, de signo democrático, después del triunfo de la Revolución Gloriosa. En 1852 hubo un intento de reforma constitucional de signo muy conservador y luego, en el Bienio Progresista (1854-1856) se pretendió aprobar, sin éxito, otro texto constitucional de signo, evidentemente, progresista.

La Constitución de 1845 sustituyó a la anterior de 1837. La Constitución de 1845 supone el triunfo pleno de las tesis del liberalismo moderado o doctrinario, aunque ya había mucho de esta tendencia política en el texto constitucional anterior. En el poder se encontraban los moderados que monopolizaron la escena política española durante una década (1844-1854), emprendiéndose la construcción del Estado liberal en una versión conservadora, partiendo de la Constitución de 1845 y aprobando un conjunto de leyes y reformas que abarcaron casi todos los campos: administración, hacienda, educación, orden público, relaciones con la Iglesia, etc.

Narváez accedió al poder después de la caída de Espartero, el último regente, cerrando el turbulento período de las Regencias. La reina adolescente
Isabel II se convertía en mayor de edad. En ese primer momento los moderados iniciaron un debate interno sobre la necesidad o no de plantear una reforma constitucional. Había tres sectores. El sector más conservador o reaccionario quería acabar completamente con lo establecido en la Constitución de 1837, crear una especie de Carta Otorgada o volver al Estatuto Real de 1834 que, en realidad, era una mera convocatoria de Cortes bicamerales. En esta tendencia destacaban Bravo Murillo, que luego sería el protagonista de la pretendida reforma autoritaria de la Constitución de 1845 en 1852, Egaña y el marqués de Viluma. En el otro extremo estarían los “puritanos” de Pacheco y Río Rosas. Éstos pretendían no tocar la Constitución de 1837 porque valoraban que había sido fruto del consenso entre los moderados y los progresistas, permitiendo que pudieran alternarse en el poder, generando estabilidad. Pero esta opción, que luego podemos rastrear en la creación de la Unión Liberal y en las futuras ideas de Cánovas del Castillo, no dominaba en el seno del Partido Moderado, que pretendía casi monopolizar el poder. Al final, ganaría la propuesta de la reforma constitucional, defendida por Alejandro Mon, un político fundamental en materia económica y fiscal de la época, y José Pidal. Narváez apoyó esta tendencia, y salió adelante el cambio.

Las nuevas Cortes que elaboraron la Constitución no fueron Constituyentes, sino Ordinarias. Los moderados dominaron todo el proceso, al monopolizar la Comisión encargada de preparar el texto constitucional. Se dio el caso de que el propio ejecutivo controló su elaboración. Estas circunstancias explican, junto con la ideología del liberalismo doctrinario, la esencia de la nueva Constitución que abandonó el principio de la soberanía nacional por el de la soberanía compartida.

Efectivamente, la soberanía nacional desaparecía porque el origen del poder pasaba a estar compartido entre las Cortes y el Rey, que eran quienes tendrían la potestad de hacer las leyes. La Corona se convirtió en un poder fundamental en el liberalismo español porque, además, controlaba al gobierno, ya que nombraba y separaba al presidente del consejo de ministros. También tenía la iniciativa legal y podía disolver las Cortes. La idea era convertir a la Corona en un poder moderador ante las disputas políticas de los partidos pero, en realidad, ese objetivo no se cumplió nunca durante el reinado de
Isabel II porque la institución entró claramente en el combate político y siempre a favor de la tendencia moderada o conservadora del liberalismo español.

El Senado se convirtió en una cámara fundamental dentro del legislativo. Sus miembros serían personalidades dotadas de una determinada renta y el nombramiento sería real y vitalicio. Este tipo de Senado debía permitir a la Corona poder frenar el posible mayor radicalismo del Congreso de los Diputados sin tener que intervenir directamente.


Palacio del Senado tras reforma de Álvarez Bouquel
(Grabado de mediados del siglo XIX)

Por su parte, el Congreso de los Diputados sería elegido a través de una ley electoral muy restrictiva.  Solamente una minoría tendría derechos políticos, ya fuera para votar, ya para ser elegido. La ley establecía que podían votar para las elecciones al Congreso de los Diputados unos 100.000 españoles. Para ser elegible se exigían, por lo demás, condiciones económicas muy estrictas. El sufragio censitario fue uno de los pilares del liberalismo español, tanto moderado como progresista, aunque en este caso menos restrictivo, ya que su base electoral estaba en la pequeña burguesía. Solamente el liberalismo democrático batallaría por el sufragio universal. El sufragio censitario se justificaba porque solamente los que tenían dinero y formación podrían dedicarse a la política, ya que, además, eran los únicos que tenían tiempo para hacerlo frente al resto de la población masculina que debía dedicarse a trabajar.


En cuestión de administración territorial se estipulaba la existencia de diputaciones provinciales y ayuntamientos, elegidos los últimos por los vecinos a los que la ley les confería este derecho, es decir, según lo que dispusiera la ley electoral. Otras leyes debían determinar el tipo de intervención del gobierno en estas corporaciones. El liberalismo moderado era partidario del más puro centralismo en la organización del Estado con instituciones fuertes y que defendieran el principio de autoridad frente a cualquier intento revolucionario o de conflicto social. El papel del gobernador civil sería primordial, al ser el representante del poder central, acumulando amplias atribuciones o competencias en asuntos políticos, administrativos, electorales, judiciales y fiscales, y haciendo cumplir las órdenes que establecía el gobierno a través del Ministerio de la Gobernación. El poder municipal, por su parte, debía estar controlado. En este sentido es paradigmática la Ley de Administración Local de 1845. Los alcaldes de las capitales de provincia y principales municipios serían nombrados por el gobierno, y el resto por el gobernador civil correspondiente. En relación con el País Vasco y Navarra se mantuvieron sus fueros, pero sus instituciones vieron recortadas algunas de sus funciones. La uniformidad legal y judicial se consolidó con la promulgación del Código Penal de 1848, así como con la imposición del sistema métrico decimal frente a la diversidad de pesos y medidas del Antiguo Régimen.

El Estado liberal estableció la obligación de todos los ciudadanos de contribuir en proporción a sus ingresos para los gastos del Estado. En este sentido, los moderados hicieron la primera gran reforma fiscal de la época liberal, la reforma Mon-Santillán, que supuso la racionalización de hacienda, centralizando los impuestos en manos del Estado y estableciendo claramente una imposición directa sobre la propiedad pero, sobre todo, indirecta, los famosos consumos, que gravaban los productos de primera necesidad, siendo profundamente injustos y fuente de constantes conflictos sociales. En última instancia, por lo tanto, el esfuerzo fiscal recayó en los más necesitados. Tampoco se hizo un gran esfuerzo para evitar el fraude y la evasión fiscal de los más poderosos.

En materia de derechos se recogían los mismos que en la Constitución de 1837. El liberalismo moderado o doctrinario pretendía conciliar los interés de la alta burguesía con los de la nobleza y alto clero, que terminaron por conformar la oligarquía española dominante durante el resto del siglo XIX menos en la época del Sexenio Democrático. En este sentido, las libertades individuales se supeditaban al mantenimiento del orden público, la seguridad de las personas y, sobre todo, de la propiedad. Por eso siempre tendieron a limitar el reconocimiento y la garantía de los derechos individuales, especialmente la libertad de imprenta o de expresión. En esta misma línea estaría la creación de la Guardia Civil en 1844, cuerpo de seguridad con misiones civiles pero con estructura militar, para mantener el orden, especialmente en el medio rural.


Francisco Javier Girón y Ezpeleta
II duque de Ahumada
Primer Director General de la Guardia Civil

En cuestión religiosa se declaraba que la católica, apostólica y romana era la oficial de la nación española. El Estado adquiría la responsabilidad y obligación de mantener el culto y la Iglesia. En materia religiosa los moderados siempre defendieron el entendimiento con la Iglesia Católica y la Santa Sede, después del evidente deterioro de las relaciones que supuso la desamortización eclesiástica y las políticas de los progresistas. El Concordato de 1851 selló la reconciliación entre el Estado español y la Iglesia Católica. Este Concordato no devolvió los bienes ya desamortizados, pero suspendió las ventas que no se habían realizado y permitió la devolución de lo no vendido. España reconocería al catolicismo como la única religión legal, y se establecía la obligación de financiar y sostener a la Iglesia española. Por fin, esta conseguía un inmenso poder en materia educativa.

Si quieres recibir un aviso cada vez que publiquemos un artículo de Historia del siglo XIX en CITA EN LA GLORIETA, mándanos un mensaje a través del mail de CONTACTO, indicando "Siglo XIX".

Muchas gracias por visitar La Glorieta.

Javier Alonso García-Pozuelo


*** 

Eduardo Montagut (Madrid, 1965)
es Doctor en Historia por la UAM y profesor de Secundaria en un Instituto de Alcalá de Henares en la especialidad de Geografía e Historia. Socio de las ilustradas Reales Sociedades de Amigos del País de Madrid y Bascongada, pertenece también a la ARMH, y mantiene un constante compromiso por la memoria histórica. Pertenece al Grupo de Memoria Histórica del PSOE y tiene la responsabilidad de Educación, Cultura y Memoria Histórica en la Ejecutiva de la Agrupación Socialista de Chamartín (PSOE-M). Colabora diariamente en diversos medios digitales con artículos de Historia y Política. Tiene publicados un libro sobre los árboles y la Ilustración, y diversos artículos sobre la enseñanza de la agricultura en los siglos XVIII y XIX, así como, sobre Historia social.

La movilización socialista de las lavanderas madrileñas en 1910, por Eduardo Montagut

[...] Benítez aguza el oído. Nada de interés. Una mujer preguntando a otra por el precio del carbón en los almacenes de su calle. Una mujer que muy probablemente no sepa leer ni escribir, pero que a buen seguro sabrá mucho de cuentas, sobre todo de restas. Otra lavandera de no menos de cincuenta veranos se lamenta a pleno pulmón de que, desde que su hijo ha sacado la suerte de soldado en la última quinta y ha tenido que dejar la tahona donde trabajaba, se las ven y se las desean para poder pagar al casero los domingos. «Este pícaro Madrid está hecho sólo pa los ricos, Colasa», sentencia una que aparenta cinco o seis años más que la del hijo recluta. «No, si entovía te quejarás –reprocha la más veterana de las lavanderas–. Pos tú, Niceta, cuando pagas a un mozo de cuerda pa que te traiga y te lleve la ropa, será poique no estás tan malamente». [...]
La cajita de rapé (Maeva, 2017)
Javier Alonso García-Pozuelo
 
La movilización socialista de las lavanderas madrileñas en 1910. 
Eduardo Montagut
La labor de los Grupos socialistas femeninos ha sido estudiada, entre otros autores, por Rosa María Capel en un trabajo fundamental titulado “Mujer y Socialismo. 1848-1939”. Por el mismo, sabemos que los estatutos de la Agrupación Femenina Socialista de Madrid se aprobaron en 1910, como una adaptación de los que regían para la Agrupación Socialista Madrileña. Estos estatutos planteaban los objetivos fundamentales de los grupos socialistas femeninos que se estaban creando por España: educar a la mujer para el ejercicio de sus derechos y la práctica de sus deberes según lo que establecía el socialismo, pero, además, fomentar la organización social de las mujeres, y luchar para conseguir la aprobación de leyes a favor del trabajo femenino e infantil.

Estos Grupos Femeninos pretendían, en palabras de la historiadora citada, acercar el socialismo a las mujeres y las mujeres al socialismo, aunque hubo diferencias de interpretación, algunas de una clara defensa del feminismo, y otras todavía muy ancladas en la mentalidad tradicional al considerar que debían ser escuelas de madres y esposas.
Rosa María Capel hace un esfuerzo para estudiar cómo eran y cómo funcionaban, a pesar de la falta de documentación existente. Pero aquí nos interesa más la parte de acción. Sabemos, siempre siguiendo a la autora, que eran grupos claramente vinculados a la estrategia política y social del Partido y del Sindicato, pero eso no quiere decir que los Grupos no tuvieran autonomía y criterio propio. Abarcaron tareas sindicales, solidarias, educativas, culturales, políticas, ideológicas y propagandísticas. El Grupo de Madrid estaba muy vinculado con los sindicatos femeninos que estaban en la Casa del Pueblo, como los de lavanderas, planchadoras, sastras, etc. Siempre apoyó sus reivindicaciones, luchas y huelgas. En este contexto nos acercamos a uno de los primeros actos de movilización socialista femenina.


Lavanderas
- Casimiro Sainz (1878)-

El mitin para lavanderas se celebró el domingo 13 de noviembre de 1910 a las tres de la tarde en la Casa del Pueblo de Madrid, y fue organizado por la Agrupación Femenina Socialista y la Sociedad de Lavanderas. El mitin era calificado de propaganda “societaria y socialista”, es decir, que versó sobre la importancia de la asociación de las trabajadoras en línea con las ideas del socialismo. El mitin fue presidido por el compañero Reyes, la compañera Taboada y la presidenta de la Sociedad de Lavanderas.

La primera oradora, de nombre Brígida, por las lavanderas y planchadoras, recomendó la necesidad de la asociación de las trabajadoras para contener las “demasías de los burgueses”. El compañero y miembro de las Juventudes Socialistas, Arroyo, se dedicó a exponer las ventajas de la organización como único medio para que la mujer alcanzase la educación necesaria para que pudiera ser libre. Agustina Marcos, también de las Juventudes, intentó advertir que las mujeres no debían fiarse de los “políticos burgueses”, aunque anunciasen que iban a legislar a favor de las mujeres, debiendo sólo hacerlo de su propia fuerza, en línea con la tradicional defensa socialista del protagonismo del obrero en su emancipación.

A continuación, intervino Francisca Vega Montes de la Agrupación Femenina. Vega fue una de las luchadoras más intensas que tuvo el sindicalismo socialista durante su larguísima vida. Bordadora y activa en la Sociedad de Obreras del Vestido y Planchadoras de la UGT, ingresó en junio de 1910 en la Agrupación Femenina Socialista de Madrid, en la que tuvo distintas responsabilidades directivas. Muchos años después llegaría a ingresar en la Masonería. Pues bien, en línea con su alto compromiso, Francisca Vega le dio un mayor contenido ideológico y político al mitin, ya que insistió en que las trabajadoras no debían contentarse con la lucha en el sindicato de su oficio, sino que debían preocuparse de la política en clave socialista.

Por su parte, Micaela Cervera disertó sobre la explotación que se producía en los conventos-talleres donde se practicaban métodos crueles.

También intervino Maeso, y creemos que se refiere a José Maeso Granados, activísimo sindicalista vinculado al sector de la madera y la carpintería, y que desempeñó distintas responsabilidades en la UGT y en el PSOE. Maeso insistió en la necesidad de la organización.

Por fin, Galán denunció la labor de las Sociedades de damas católicas, en línea con la denuncia de los conventos-talleres, porque, aunque propagaban la caridad, explotaban a las trabajadoras.

El resumen del mitin se publicó en el número 1289 de “El Socialista”, fuente que hemos consultado, además del Diccionario Biográfico del Socialismo Español para ampliar el conocimiento de los protagonistas de aquel acto, sin olvidar la cita al trabajo de
Rosa María Capel, harto recomendable para los interesados en la compleja relación entre mujer y socialismo hasta la Guerra Civil. (En “Pasado y Memoria, Revista de Historia Contemporánea, 7, 2008, págs. 101-122).

El Primero de Mayo de 1900 en Madrid, por Eduardo Montagut

El Primero de Mayo de 1900 en Madrid
Eduardo Montagut
En este artículo estudiamos el Primero de Mayo en Madrid del año 1900.

“El Socialista”, órgano oficial del PSOE, publicó el 30 de marzo de 1900 una resolución del Comité Nacional del Partido, de 26 de marzo, firmada por Pablo Iglesias, como presidente, y Juan José Morato, como secretario, relativa a la celebración del Primero de Mayo de ese año, que refleja la posición socialista no sólo en relación con esta cuestión, sino también su estrategia política y social, por lo que merece nuestra atención. Los socialistas señalaban que, como se vivía en un régimen político dominado por los reaccionarios, los obreros no podían manifestarse en los espacios públicos, un derecho reservado solamente para los privilegiados o los partidos que representan sus intereses. Había que celebrar, por lo tanto, el Primero de Mayo en locales cerrados. En este sentido, conviene que hagamos un poco de Historia sobre lo ocurrido en la década final del siglo XIX.


Pablo Iglesias
- Manuel Compañy -

En algunos momentos se habían producido actos violentos asociados al Primero de Mayo, especialmente, en el primero de ellos, diez años antes en Cataluña, pero donde el protagonista anarquista había sido evidente. Barcelona fue declarada en estado de sitio con presencia de tropas y de la Guardia Civil. Muchos patronos cerraron las fábricas. La presencia anarquista en Valencia derivó también en altercados. Eso mismo ocurrió en las zonas de control anarquista en Andalucía, especialmente en Cádiz y en Córdoba. Pero, por otro lado, el éxito de la jornada del 1º de mayo en otros lugares provocó que los socialistas decidieran repetirlo al año siguiente y se celebraron reuniones por todas las ciudades europeas. Los socialistas españoles tomaron la decisión en Bilbao. Los anarquistas se reafirmaron en su defensa de la huelga general para esa fecha. El gobierno español, ahora en manos de Cánovas, ante la experiencia vivida, decidió prohibir las manifestaciones públicas, aunque permitió los mítines y reuniones en locales cerrados. Los socialistas optaron por respetar la legalidad y decidieron que la fiesta se limitase al cese del trabajo y la celebración de actos. Eso provocó que el 1º de mayo de 1891 no tuviera nada que ver con el entusiasmo y la movilización del celebrado el año anterior. Destacaron los incidentes en Cádiz y que influyeron en posteriores hechos sangrientos ocurridos en Jerez. Al año siguiente se decidió que el 1º de mayo sería una manifestación anual internacional. Los socialistas españoles analizaron la situación: los sucesos de Jerez, la posición anarquista y la postura del gobierno, que, independientemente de su signo político, liberal o conservador, siguió siendo contraria a las manifestaciones públicas. En consecuencia, tomaron la decisión de que, a partir de entonces, la jornada debía ser un día de afirmación plena de la lucha obrera pero no de la revolución social. Habría que organizar actos conmemorativos, siempre con ánimo pacífico. Los anarquistas decidieron que, al no poder realizar la revolución ese día, no tenía mucho sentido la jornada. A mediados de la década de los 90 dejaron de tener interés en el 1º de mayo.

La celebración del Primero de Mayo en la España del primer cuarto del siglo XX se desarrolló entre la autorización y la prohibición gubernamentales. A comienzos del siglo fue autorizada por el gobierno, pero las autoridades provinciales no siempre fueron favorables a las manifestaciones. En este sentido, en el mitin madrileño de 1900 se aludiría a los temores infundados del Gobierno, aunque se señaló que el gobernador civil no había desplegado en ese año un gran alarde de fuerzas.

En la resolución del Comité Nacional se insistía en la importancia de que en ese día no se trabajase, y que todo debía transcurrir en paz y orden. El empleo de la violencia era inevitable para conseguir la emancipación, pero ese momento no había llegado aún. El empleo de medios violentos solamente era deseado por los explotadores. Se consideraba que sería una torpeza caer en esa provocación porque les permitiría acabar con el movimiento obrero, restringiendo los derechos conquistados de reunión y asociación, impidiendo la defensa de los intereses de los trabajadores. Estaba claro que los socialistas diferían claramente de la estrategia seguida por los anarquistas en relación con el Primero de Mayo. La fuerza había que demostrarla, siempre siguiendo la resolución, en el poder mismo de la organización, de la conciencia de clase, en la acción común y en la “seriedad y sensatez que se revelen” en todos los actos que se realizasen.

Ese debía ser el camino para arrancar conquistas sociales, como una legislación favorable a los intereses de los obreros, especialmente el respeto de la jornada de ocho horas, pero también en favor de los que vinieran después, y contra las guerras “donde tantos proletarios sucumben”. El Partido Socialista animaba a seguir en la lucha para conseguir los objetivos de los trabajadores. El Primero de Mayo era un momento capital en esa lucha.

En varios números de “El Socialista” de los días previos a la celebración se publicó una proclama sobre el Primero de Mayo llamando a los trabajadores para que participasen de tan importante fecha para los socialistas. Por otro lado, se sucedieron las reuniones de las distintas Sociedades Obreras para adherirse a los actos que se iban a celebrar. “El Socialista” publicó una sección para informar de estas decisiones, tanto para el caso madrileño como para el del resto del país.

En el número 739 (4 de mayo de 1900) apareció la crónica de lo acontecido en Madrid capital. La mayoría de los trabajadores pararon, tanto en la construcción como en los talleres. Todo comenzó de forma optimista, porque hasta la lluvia de días anteriores había dejado paso a un día soleado.

Se celebró un mitin multitudinario en el Frontón, lleno de las banderas de las distintas Sociedades obreras y de la Agrupación Socialista de Madrid. En el mitin hablaron destacados líderes, entre los que hay que citar a Largo Caballero y a Pablo Iglesias. Recordemos que Largo había ingresado en la Sociedad “El Trabajo” de albañiles de la UGT en 1890, y en la Agrupación Madrileña en 1894.

Es interesante destacar que el periódico reseñaba que la nota dominante de los discursos había sido la de recomendar “templanza” a los obreros, mientras la clase obrera no fuera lo suficientemente fuerte. Todos los oradores condenaron el empleo intempestivo y prematuro de la violencia que solamente podían ofrecer “frutos de sangre, víctimas para los inquisidores”. Se insistió, pues, en las decisiones tomadas en el Comité Nacional.

Los discursos también ahondaron en el relato de los progresos de la clase obrera en los últimos años, además de resaltar la importancia del Primero de Mayo. Destacada fue también la apelación al internacionalismo, a la fraternidad entre todos los obreros y al deseo de que terminasen todas las guerras.

El acto terminó con una actuación del Orfeón. Todo se desarrolló de forma ordenada y sin alteraciones, algo que, como hemos comprobado, siempre fue una preocupación de los socialistas. En el exterior se tuvieron que quedar muchas personas que no cabían en el Frontón. Los cálculos de “El Socialista” nos hablan de que entre asistentes en el interior y en el exterior se llegó a una concentración de unas 17.000 personas, aunque no tenemos otras fuentes para contrastar el dato.

La fiesta vespertina se desarrolló en la Fuente de la Teja sin incidentes, en un ambiente puramente festivo, con banda de música, cohetes y una breve actuación del Orfeón.

La celebración concluyó con un tercer acto en el Teatro Novedades donde se realizó una representación teatral con varias partes, destacando una en la que unas jóvenes representaron la Verdad, la Ciencia, el Arte, la Libertad y la Industria. El Orfeón cerraría el acto. Pero, aunque el día había comenzado con poca presencia de la fuerza pública, terminó de forma contraria, ya que el gobernador desplegó muchos efectivos en la zona donde estaba el teatro.

En conclusión, para “El Socialista” los obreros habían demostrado lo que de ellos podía esperar “la noble causa del Trabajo”.


Pablo Iglesias en el 1º de Mayo de 1919
Plaza de la Independencia
/ Fundación Pablo Iglesias

En el siguiente número de “El Socialista” (en ese momento era semanario) se hacía un repaso a lo que la prensa madrileña había publicado sobre la celebración del Primero de Mayo.

Al parecer, el “Heraldo de Madrid” había dedicado abundante espacio a recoger artículos de los principales socialistas españoles, algo que se agradecía desde “El Socialista” porque, efectivamente, era una tribuna de amplia difusión, demostrando la tolerancia del medio. Recordemos que el “Heraldo de Madrid” se había creado en 1890, y que en los primeros años del nuevo siglo había alcanzado una amplia tirada, siendo muy popular. Unos pocos años después de los hechos que estamos relatando se dedicó a apoyar la labor de Canalejas.

Por su parte, “El Liberal” dedicó uno de los concursos literarios que convocaba al Primero de Mayo, y que ganó el socialista Matías Gómez Latorre, que había sido redactor de “El Socialista”. Al parecer, se habían presentado unos doscientos escritores. Matías Gómez es un personaje fundamental en la Historia del PSOE desde su fundación hasta el final de la Guerra Civil, ya que, a su longevidad (91 años tenía cuando murió en el exilio), se unió un intenso compromiso. Fue uno de los grandes tipógrafos del Partido, contribuyendo a su fundación en la comida del 2 de mayo de 1879. Para acercarnos a su vida conviene consultar la extensa ficha que le dedica el Diccionario Biográfico del Socialismo Español.

Los socialistas se sentían muy agradecidos con ambos medios de comunicación, pero consideraban que los elogios, como las críticas no modificarían su actitud. Al parecer, algunos pensaban que la mayor atención que la prensa nacional había dedicado a los socialistas era interesada, aunque no en los dos casos citados. En enero de 1900 se había creado la Unión Nacional, impulsada por los regeneracionistas, destacando en este empeño Joaquín Costa. Algunos medios, supuestamente, habrían querido contrarrestar la fuerza de esta nueva formación con la de los socialistas. En todo caso, la Unión Nacional sería un experimento político fallido.

En el mismo número 740 del periódico socialista se realizó un repaso destallado de la celebración del Primero de Mayo en distintos lugares de la geografía española.

Puedes acceder a todos los artículos de Eduardo Montagut publicados en CITA EN LA GLORIETA, pinchando AQUÍ.
 
Eduardo Montagut (Madrid, 1965)
es Doctor en Historia por la UAM y profesor de Secundaria en un Instituto de Alcalá de Henares en la especialidad de Geografía e Historia. Socio de las ilustradas Reales Sociedades de Amigos del País de Madrid y Bascongada, pertenece también a la ARMH, y mantiene un constante compromiso por la memoria histórica. Pertenece al Grupo de Memoria Histórica del PSOE y tiene la responsabilidad de Educación, Cultura y Memoria Histórica en la Ejecutiva de la Agrupación Socialista de Chamartín (PSOE-M). Colabora diariamente en diversos medios digitales con artículos de Historia y Política. Tiene publicados un libro sobre los árboles y la Ilustración, y diversos artículos sobre la enseñanza de la agricultura en los siglos XVIII y XIX, así como, sobre Historia social.