El fotógrafo Paco Cano, 'Canito', Hemingway y Juanito Quintana en Pamplona, 1959 |
El entusiasmo que sintió Hemingway por los toros le hizo acudir en el mes de julio siguiente a Pamplona, donde le habían dicho que se celebraba una de las principales ferias, en este caso junto con su esposa, Hadley. Desde París habían escrito para reservar una habitación en el céntrico Hotel La Perla, adonde acudieron tras bajar del tren. Se encontraron con que no tenían ninguna reserva y que las habitaciones que les ofrecieron eran caras o malas, pero la propia dueña del hotel les sugirió alojarse en un piso particular a un precio mucho más económico. Disfrutaron tanto de las fiestas que al año siguiente regresaron e invitaron a acompañarles a algunos de sus amigos de París, entre ellos John Dos Passos, Donald Ogden Stewart, Bird y McAlmon.
Ernest y Hadley viajaron a Pamplona unos días antes de las fiestas, el 26 de junio de 1924 se alojaron en el Hotel La Perla, reservaron varias habitaciones para todo el grupo, compraron entradas para los toros y se fueron a Madrid. Allí solían alojarse en un lugar frecuentado por toreros modestos, la Pensión Aguilar (hoy Hostal Aguilar), en la Carrera de San Jerónimo 32, otro edificio histórico con una placa del Círculo de Escritores Cinematográficos recordando que el 15 de mayo de 1896 tuvo lugar allí la primera exhibición cinematográfica de España. El 29 de junio asistieron a una corrida de toros y allí conocieron a Rafael Hernández Ramírez de Alda, periodista y crítico taurino de La Libertad, periódico liberal progresista en los años veinte y republicano en la década siguiente. Rafael, como firmaba sus crónicas (y como aparecerá luego mencionado en Muerte en la tarde y en una escena de Fiesta), era una autoridad en la materia, en 1930 sería miembro de la comisión para la reforma del Reglamento Taurino. Hicieron buena amistad y Rafael ayudaría a Hemingway en la redacción de Muerte en la tarde. Cuando se publicó esta obra, en 1933, escribió un artículo titulado “Míster Ernest Hemingway, el amigo de España” donde le retrataba como un gran aficionado a la fiesta de los toros y autor de “un tratado completo de tauromaquia”. Años más tarde fue redactor-jefe del diario Informaciones, colaboró con el semanario taurino El Ruedo y en 1955 publicó una monumental Historia de la Plaza de Toros de Madrid (1874-1934), sobre la antecesora de Las Ventas, la plaza de Fuente del Berro o de la carretera de Aragón (donde luego se construyó el Palacio de Deportes hoy redenominado WiZink Center). Al saber Rafael Hernández que el matrimonio Hemingway iba a acudir en Pamplona a los sanfermines, que conocía bien por haberlos cubierto como crítico taurino, les recomendó que acudieran al Hotel Quintana, propiedad de Juanito Quintana, un gran aficionado, amigo de Joselito, Belmonte y otros toreros, donde encontrarían un gran ambiente taurino ya que allí se alojaban muchos matadores. Así lo hicieron, consiguieron una habitación en el Hotel Quintana mientras que sus amigos se quedaron las habitaciones reservadas en el Hotel La Perla (más adelante se crearía la leyenda de que este es el hotel donde se solía alojar Hemingway). Juanito Quintana y el futuro premio Nobel iniciaron una amistad que duraría ya toda su vida. En el Hotel Quintana Hemingway conoció a toreros como el Maera o Cayetano Ordóñez, El Niño de la Palma, y se convirtió en un auténtico aficionado.
Hemingway volvió al Quintana en los sanfermines de 1925, 1926, 1927, 1929 y 1931. Sus experiencias pamplonesas quedaron reflejadas en Fiesta, novela publicada en 1926, donde Juanito Quintana aparece con el nombre de Juanito Montoya. Posteriormente, ya instalado en Estados Unidos y convertido en un escritor famoso, dejó de acudir a Pamplona. No regresaría hasta 1953, cuando cierta apertura del régimen franquista, al que había combatido como corresponsal en la Guerra Civil, le hizo confiar en que no le pondrían problemas para entrar en España. Después de muchos años pudo reencontrarse con su amigo Juanito Quintana, aunque no alojarse en su hotel. En 1936 el Hotel Quintana, donde se habían celebrado muchos actos políticos, le fue confiscado a consecuencia de sus notorias ideas republicanas. Quintana probablemente se salvó gracias a que cuando se produjo el alzamiento militar de julio de 1936 estaba en la localidad francesa de Mont-de-Marsan para presenciar su feria taurina, de lo contrario es muy posible que hubiera sido detenido y fusilado. Estuvo exiliado varios años hasta que pudo regresar sin riesgo y fijó su residencia en San Sebastián. En 1953 Hemingway y sus acompañantes se hospedaron en el Hotel Ayestarán de Lekunberri, localidad a 35 kilómetros de Pamplona. La última visita del escritor a los sanfermines fue en 1959 y entonces Juanito Quintana le buscó un chalet particular para alojarse (curiosamente, en la calle San Fermín nº 7). Pero en ambas ocasiones Hemingway no se alejó mucho del lugar que había frecuentado de joven ya que pasó muchas horas en la terraza del bar Txoko, que está justamente al lado del antiguo hotel de Juanito Quintana.
El Hotel Quintana fue reinaugurado como Hotel España por sus nuevos propietarios, pero duró pocos años. En 1945 el edificio fue convertido en oficinas y viviendas, con un bar en la planta baja. De 1949 a 1959 albergó al refundado Club Taurino de Pamplona (Juanito Quintana había sido presidente de otro club que desapareció en 1930). El año pasado, 2017, se emprendieron obras de reforma para reacondicionar sus viviendas. Se trata de un edificio con una fachada modernista que está protegida, por lo cual se vació interiormente dejándola a salvo. Al excavarse en los cimientos se produjo la sorpresa. Aparecieron los restos de un torreón perteneciente al castillo que da nombre a la plaza, el construido por el rey de Navarra y de Francia Luis el Hutin en el siglo XIV. Sorpresa porque los historiadores situaban ese castillo más hacia el norte de la plaza, junto a la esquina donde se encuentra el Hotel La Perla. El hallazgo ha obligado a rectificar los planos de la Pamplona medieval, igual que sucedió hace quince años cuando se excavó la plaza del Castillo para construir un aparcamiento subterráneo y aparecieron unas termas romanas en un lugar que siempre se había supuesto exterior a la ciudad romana. También se descubrieron restos de una muralla medieval que se han conservado dentro del aparcamiento y que se creyeron parte del muro defensivo de la antigua población de San Nicolás, uno de los tres burgos de la Pamplona del Medievo, pero que con los nuevos descubrimientos ahora se considera como parte del primitivo castillo.
Los restos del torreón se van a integrar en el nuevo edificio y serán visibles en el local de hostelería que ocupará la planta baja del antiguo Hotel Quintana. Un edificio con mucha más historia todavía de la que se pensaba.